¿Cómo influyen las políticas familiares en la fecundidad?
En España tenemos el número de hijos e hijas que podemos, no que deseamos.
¿Sirven de algo las políticas familiares?
La investigación presentada el jueves 19 de septiembre de 2024, ganadora del VI Concurso FOESSA de Investigación Realizada, trata de arrojar luz sobre un tema complejo, de gran relevancia social y de eminente actualidad, como es la baja fecundidad en España y el potencial impacto de las políticas familiares sobre este fenómeno. Ciertamente, el descenso de la fecundidad responde a múltiples factores sociales, incluyendo las transformaciones en valores familiares, los avances en igualdad de género y la precariedad laboral, entre otros.
Los últimos datos oficiales publicados por el Instituto Nacional de Estadística corroboran, un año más, la continuación del descenso de la fecundidad en nuestro país. En 2023 nacieron en España algo más de 320.000 niños y niñas, lo que supone un 20% menos que a comienzos de este siglo XXI. Por su parte, el Índice Sintético de Fecundidad – el número medio de hijos e hijas que tienen las mujeres – se sitúa en 1,16 y sigue ubicando a España como uno de los países del mundo con fecundidad más baja, lo que ha sido denominado, de manera muy elocuente como “lowest low fertility”.
Si analizamos el descenso de la fecundidad desde una perspectiva de género, parece evidente que una parte de este descenso está relacionada con los avances que se han producido en materia de igualdad, permitiendo a las mujeres tener un mayor control sobre sus decisiones reproductivas. Sin embargo, lo que se conoce como “brecha de fecundidad” – la diferencia entre el número de hijos e hijas que las mujeres declaran querer tener y los que realmente tienen – lleva décadas aumentando en España, y nos indica que estos bajísimos niveles de fecundidad son indicativos también de barreras estructurales, limitaciones colectivas, que impiden que las personas puedan desarrollar sus proyectos vitales.
En la investigación se ha dotado de un especial papel protagonista a las políticas familiares como herramientas con potencial para mitigar la brecha de fecundidad, definiendo dichas políticas como el conjunto de recursos públicos que ayudan a las familias a sobrellevar el costo económico de la crianza y a conciliar la vida laboral con la familiar. Estas políticas, cuando están diseñadas de manera óptima, pueden influir en la decisión de tener hijos, pero en España, a pesar de ciertos avances, es evidente que siguen siendo insuficientes y en ocasiones no muestran coherencia entre ellas o se muestran erráticas.
Uno de los indicadores que se ha desarrollado para evaluar las políticas familiares es el Índice de Políticas Familiares (IPF), que mide el compromiso político y público con las familias en términos de transferencias económicas, servicios educativos y bajas parentales. Aunque el IPF ha mostrado una tendencia de crecimiento en las últimas dos décadas, España sigue rezagada con respecto a otros países europeos, especialmente escandinavos. El índice muestra que las políticas familiares en España han sido inconsistentes y limitadas, lo que ha afectado negativamente a los niveles de fecundidad.
Uno de sub-índices del IPF es la provisión de recursos educativos, como las escuelas infantiles, esenciales para la conciliación y la igualdad de género. En España, la cobertura de plazas en escuelas infantiles públicas ha crecido, pero sigue siendo insuficiente, alcanzando solo el 23% en 2020. Esta falta de plazas públicas obliga a muchas familias a recurrir a la familia extensa o a alternativas costosas como las escuelas infantiles privadas, perpetuando desigualdades sociales y de género. Por su parte, el subíndice de permisos parentales en España ha mejorado principalmente en lo referente al permiso de paternidad, equiparando en 2021 los permisos destinados a padres y madres en un total de 16 semanas para cada uno. Finalmente, el índice de transferencias monetarias refleja un apoyo económico limitado a las familias, con ayudas que además de ser escasas se centran en los primeros años de vida de los niños.
Asimismo, la investigación presentada indaga sobre aspectos que tratan de proyectar las políticas familiares y su efecto en la fecundidad en el futuro, partiendo del análisis de su relación en el pasado. De esta forma, utilizando técnicas matemáticas como las denominadas “estrategias y escenarios” o los algoritmos genéticos, se ha podido visualizar un futuro que depara escenarios alarmantes, en los que las políticas familiares, en su actual configuración o arquitectura, resultan insuficientes para estimular la fecundidad e, incluso, para mantener los bajos niveles actuales. Esta tendencia indica que revertir el reciente descenso de la fecundidad requiere de soluciones colectivas que vayan más allá de las políticas públicas dirigidas a las familias, con políticas que incluyan perspectivas de género y de cohesión social y compromisos sostenidos en el tiempo, frente a los modelos erráticos observados en el ámbito de las políticas familiares en nuestro país. No obstante, es importante tener en consideración que el desarrollo y ampliación de las políticas familiares constituye un objetivo positivo en sí mismo, al margen del impacto que puedan tener en la fecundidad, pues contribuyen a mejorar el bienestar social, la igualdad social y de género.