La sociología es un pensar con raíces hondas
10 de diciembre, Día de la Sociología.
La sociología posibilita reconocer la sociedad
Si «pensar y vivir son inseparables», [1] como dice Juan Masiá, esto es especialmente significativo en el Día de la Sociología. Y es que no se hace sociología paralelamente a la sociedad, sino de un pensar que busca tener raíces hondas, abierto a su totalidad. Se trata de explicitar el sentido latente en la cotidianeidad, porque en el hacer de la sociología se acaban entrecruzando antropología y sociedad, sobre todo si se entiende ‘antropología’ como una reflexión sobre ‘lo humano’, pues las ciencias nos dan a conocer datos de observaciones acerca de ‘lo humano’, pero también dan qué pensar, planteando preguntas sobre su sentido.
Y es que la pregunta forma parte de la sociología que no suplanta la evidencia empírica, sino que, como ciencia social, pretende desvelar, aunque no se acabe de eliminar toda la incertidumbre que las acompaña. Pegada, pues, a la realidad, pero sin quedar reducidos a lo que la investigación en y desde la realidad desvela, pues el componente crítico caracteriza su reflexión como uno de sus rasgos más destacados. Incluso, como dice Salvador Giner, un rasgo revelador de la sociología es que es una ciencia que es también una crítica a la vida social del Hombre, y en especial de la sociedad contemporánea, que destaca incluso como su característica más privativa.[2]
Desde estos supuestos —que entiendo compartidos en la comprensión de la sociología como ciencia social—, se deben destacar algunos aspectos que han estado muy presentes en las investigaciones sociales sobre la pobreza y la exclusión social como fenómenos estructurales en nuestra sociedad. Y entre esos aspectos se van a destacar los más relevantes.
En primer lugar, se trata de un “fenómeno social” y, como tal, no se reduce a un “hecho social” entre otros en una sociedad con recursos para hacerle frente. Es un fenómeno social que forma parte de las relaciones que estructuran y dan sentido a la sociedad. De hecho, en los programas europeos contra la pobreza —1975/1993— destaca como la más honda, aunque no única, aportación el diagnóstico de los procesos sociales de empobrecimiento. Es decir, no se trata de un mero “hecho social” que se puede describir, sino que su comprensión exige ahondar en las relaciones que estructuran la sociedad.
Ahora bien, una comprensión de este fenómeno social que no se limita a lo puramente relacional, aun de carácter estructural, sino que exige ahondar en todas sus dimensiones, y por ello también en las dimensiones de lo humano, del ser humano, pues ese diagnóstico estructural exige explicar quiénes están en tal situación en tanto actores, sujetos, con responsabilidad y libertad.
Lo que exige tener muy presente en la sociología actual, que no puede quedarse en un modelo que se rija por parámetros de la física como en su despegue como ciencia social. Hay que ser conscientes de la relación pobreza – sociedad, o sea, entre individuos y sociedad. La sociología no puede obviar que son las interacciones entre individuos las que generan la sociedad, pero que esa misma sociedad retroactúa sobre los individuos, pues es la sociedad la que es portadora de la cultura, los conceptos, la educación, la posición social, etc., desde donde los individuos se constituyen como tales individuos humanos.
Por tanto, la sociología posibilita reconocer la sociedad, y por ello no puede romper la complejidad antropo-social y pretender aislar la sociedad como un sistema cerrado separado de las demás dimensiones sociales y humanas. Lo que lleva a algunos autores, específicamente a Edgar Morin[3], a reclamar que no quede privada de reflexividad filosófica, histórica, social, sin la que no es capaz de captar las interacciones entre sociedad e individuos, entre lo sociológico y lo no sociológico, e incapaz para situar los datos sociológicos en el tiempo histórico.
Así pues, análisis de las dimensiones de la sociabilidad del ser humano y de los fenómenos sociales en que se manifiesta, sí; pero abierta a la complejidad antropo-social. Y es que, como dice S. Giner, la sociología afronta el diagnóstico del ser humano que ocupa una posición determinada en una estructura social. Ahora bien, sin olvidar que sus contenidos y modos de vida son una estructura estructurada y caracterizada por tal posición y por los condicionamientos culturales, económicos y políticos a que está sujeto.
Una última nota a destacar de mano de este autor es que, dada esa complejidad en la actual tarea sociológica, se da una determinada relación entre sociología y valores. No sin destacar previamente que la metodología de la sociología es moralmente neutra, pero que siempre ha tenido motivaciones más profundas en una preocupación ciertamente ética por la condición humana en su dimensión social, ya que contempla el mundo valorándolo, lo que comporta juzgarlo moralmente.
[1] Cfr. Animal vulnerable, Trotta, Madrid, 2015, ps. 14 y 38.
[2] Cfr. Sociología, Península, Barcelona 1976, ps. 11 y 15-25.
[3] Cfr. Sociología, Tecnos, Madrid 1995, ps. 14 y 13-19.