7.1. CIRCUSTANCIAS DE ESPAÑA
Las excepcionales circunstancias que España ha sufrido desde el inicio de la crisis económica se reflejan en el capital social y cultural del país. Entre 2007 y 2013, según los datos de las Encuestas sobre Integración y Necesidades Sociales de la Fundación FOESSA 2017 y 2013 (EINSFOESSA), la insatisfacción de la población española con la propia vida ha aumentado en un 47%, el asociacionismo se ha reducido en un 25%, las relaciones familiares, vecinales y amicales se han intensificado todavía más de lo que ya estaban (ha aumentado el 18,2% las relaciones con el círculo de familiares que no son del hogar del encuestado, ha aumentado el 10,3% la relación diaria con amigos y un 6% las relaciones frecuentes con vecinos) y ha disminuido un 37% la proporción de personas que tienen relaciones diarias con compañeros de trabajo. Junto con el refuerzo de la sociedad comunitaria y el empobrecimiento del capital cultural y asociativo, nos encontramos en España una intensa movilización colectiva y creación de iniciativas cívico-comunitarias que construyen redes innovadoras de ayuda mutua, descubren nuevos valores ciudadanos y buscan regenerar las instituciones.
Ver gráfico 1: Impacto de la crisis en el capital cultural de España, 2007-2013
El propio capital social está cambiando en su forma: las redes sociales y la globalización están componiendo nuevas herramientas y alcances. En estos años se está dando, por tanto, un triple movimiento en el capital social y cultural.
Ver gráfico 2: Movimientos del capital social y cultural en España, 2007-2013
La baja densidad de la sociedad civil sigue siendo una de las carencias de España. Nos caracterizamos por una fuerte comunidad primaria especialmente familiar y también intensa en sus relaciones entre amigos y vecinos, junto con un tejido secundario débil y altas instituciones que no están conectadas con esa gran creatividad y dinamismo de la base social. Dos causas pueden haber influido en esa incapacidad para convertir el capital social primario en capital social para las organizaciones secundarias y grandes instituciones.
En primer lugar, es posible que los conjuntos de élites hayan desincentivado o no hayan promovido la participación masiva en las grandes instituciones.
En segundo lugar, es probable que falten las ideas que hagan una conexión entre lo comunitario-familiar y lo cívico-público sin que este último colonice o domine al primero.
Asistimos a una revolución global de la forma del capital social. Por un lado, el neoliberalismo ha ido acentuando un modo sesgado de universalización basado en el individualismo y la desigualdad. Pero además, el capital social está evolucionando en sus formas y muchas de estas son capaces de encauzar un modelo alternativo, acelerando esa recreación de redes, redescubrimiento de valores y regeneración de las instituciones. El paradigma social digital aparece como una de esas formas, existiendo una ambigua relación entre esta y el ultraliberalismo.
Ver gráfico 3: Características del capital social digital
El actual contexto de crisis ha provocado intensas transformaciones en los dinamismos del capital social de la sociedad española. Destacamos, a continuación, las principales transformaciones en este sentido.
7.2.REFORTALECIMIENTO DE LA FAMILIA COMO RESPUESTA A LA RETIRADA DE LOS MECANISMOS DE APOYO SOCIAL CON BASE EN POLÍTICA PÚBLICA
El desarrollismo del ciclo 1993-2008 y la mejora en políticas sociales clásicas (sanidad, pensiones) han venido reemplazadas por una acusada crisis destructiva y expropiadora de muchos capitales y por recortes, frecuentemente indiscriminados, en las políticas públicas. En ese contexto, las redes familiares y comunitarias primarias resisten admirablemente. La familia, que antes de la crisis era el principal capital social que alimentaba el sistema de apoyo, ha intensificado aún más este rol. Se han producido aquí dos tendencias básicas: de un lado se amplía la red de apoyos intrafamiliares, de otro se refuerza la relacionalidad cotidiana entre los miembros de estas redes. En la EINSFOESSA 2007, un 61% de los encuestados manifiestan tener relaciones diarias con la familia, en la EINSFOESSA 2013 este porcentaje ascendió hasta el 68 %. Esta misma tendencia incremental puede apreciarse respecto a las relaciones vecinales.
Este capital relacional que aportan familia y relaciones vecinales es especialmente relevante para las personas pobres y excluidas, grupos en los que se hace también más intensa la retirada de otros soportes de apoyo con base en la política pública.
Pero hemos de ser conscientes de que, en buena medida, familia y vecindad están siendo el instrumento de una solidaridad intergeneracional descendente y amenazada por los procesos de individualización y mercantilización propios de la globalización y de la crisis, además de la sobrecarga que la disminución de la natalidad y el incremento de la dependencia funcional suponen.
En este sentido, el contraste de los datos de la EINSFOESSA de 2007 y 2013 pone de manifiesto un importante cambio en la expectativa de acción respecto a las personas mayores dentro del sistema familiar, que han visto debilitada su posición como sujetos para el cuidado, para tener que reforzar su papel de sujetos cuidadores, intensificando su aporte al sistema familiar a través de diversas formas de ayuda (compartir sus recursos económicos con hijos y nietos, dedicar más tiempo al cuidado de menores…).
Los factores que conforman el reverso de la situación de las relaciones familiares y vecinales afectan además de modo especial a las personas en situación de pobreza y exclusión. Cuando mayor es el grado de ambos procesos, más intensa se hace la necesidad de apoyo de familia y vecinos y, al mismo tiempo, existe más riesgo de desgaste y aislamiento relacional.
7.3.PARADOJAS EN TORNO AL ASOCIACIONISMO: QUIEBRA DEL YA DÉBIL MODELO ASOCIATIVO TRADICIONAL Y EMERGENCIA DE NUEVAS FORMAS
El movimiento asociativo representa otra de las grandes fuentes de capital social. Los datos que aporta la EINSFOESSA 2013 son impactantes. La vinculación asociativa de la ciudadanía se ha reducido casi un 25% en relación a 2007. Esta pérdida de músculo relacional afecta con especial intensidad a aquellas personas que en este periodo han pasado de no pobres a pobres, también a quienes han pasado de integrados a excluidos. Es en ese punto, en la bajada de estos escalones, donde se concentra la desvinculación asociativa de modo más intenso.
La pérdida de capital asociativo es más acusada en lo local, cuestión que apunta una reducción en relación al asociacionismo de proximidad que en no pocos casos es un productor de servicios que aportan calidad de vida a los barrios (servicios deportivos, culturales, de apoyo a menores…). Esta pérdida de vínculo asociativo de proximidad es especialmente preocupante porque sabemos ya de la importancia de este tipo de capitales como cortafuego a procesos de exclusión y segregación espacial.
Ver tabla 1: Porcentaje de asociacionismo según nivel de exclusión
A pesar de esta merma sobre lo que ya era una débil vinculación asociativa, el modelo de relación tiene gran relevancia cualitativa. En la sociedad española son ampliamente predominantes las formas de asociacionismo transversal más proclives a la construcción de dinamismos de capital social de tipo brinding (puente), tendentes a facilitar interacciones abiertas entre personas y grupos de estratos diferentes. Pensamos aquí que este factor afecta positivamente a la cultura relacional general.
La aproximación cualitativa que hemos realizado como complemento a la EINSFOESSA 2013 nos pone ante una relevante paradoja; de modo paralelo a la intensa reducción de la vinculación asociativa se está produciendo una aguda reconversión del patrón asociativo de la sociedad española: se incrementa el porcentaje de nuevas asociaciones registradas, emergen infinidad de nuevas prácticas de acción colectiva, en muchos casos no formalizadas aún…
Este doble proceso parece indicar un cambio en el patrón asociativo. Sobre el mismo identificamos tres tendencias: de un lado la que hemos denominado desvinculación sin retorno, está referida a aquellos sujetos que han perdido vínculo asociativo neto; esta tendencia afecta más a personas pobres o en situación de exclusión y a barrios marginales. El segundo proceso, la reactivación de lógicas de don, tiene que ver con el repunte de formas participativas como el voluntariado social; estas formas han resistido la crisis, incluso se han fortalecido, especialmente en tareas de atención directa. La tercera tendencia la hemos denominado innovación en torno a lógica de reciprocidad: se expresa en el auge, previo a la crisis, pero intensificado indudablemente en el curso de la misma, de multitud de iniciativas de acción recíproca, de autoorganización comunitaria (bancos de tiempo, redes de trueque, de microfinanciación alternativa…). Esta tercera tendencia tiene, a nuestro juicio, un enorme interés porque aporta energías de construcción colectiva y reciprocidad al esquema asociativo relacional.
Ver gráfico 4: Tendencias en el cambio del patrón asociativo en España
7.4.ESPERANZA DESMOVILIZADA
Otro aspecto que merece nuestro interés tiene que ver con el capital político. El asociacionismo a organizaciones políticas y sindicales se ha contemplado en la EINSFOESSA 2013 como una tipología asociativa más y sus tendencias han sido descritas en el epígrafe anterior. Nos interesamos aquí por la percepción que los ciudadanos tienen sobre la acción política en general.
De un lado, la encuesta pone de manifiesto el incremento de la desconfianza de la ciudadanía respecto al modelo y los actores políticos clásicos; no es un dato nuevo y existen diversos trabajos que corroboran este hecho. De modo general, esta desvinculación es más intensa para las personas pobres, quienes viven en situaciones de exclusión, quienes quedaron en desempleo en el último año o quienes viven en barrios marginales. Esto puede apreciarse observando los datos de participación electoral y de afiliación política o sindical.
Como contrapunto, la movilización ciudadana es vista como una vía relevante para abordar los efectos de la crisis: un 52,3% de la población piensa que si hubiera más movilizaciones ciudadanas se podría cambiar la sociedad. Paradójicamente, solo el 22,9% de la población manifiesta haber participado en alguna movilización en el último año. Este intenso desajuste entre pensamiento y acción ilustra en gran medida la textura del contradictorio vínculo político de nuestra sociedad.
Ver gráfico 5: ¿Queremos como sociedad que las cosas cambien, pero queremos que cambien solas o que las cambien otros?
Una cuestión más despierta nuestro interés analítico. Más de la mitad de la sociedad española tiene esperanza de que el deterioro de la situación sociopolítica pueda resolverse, piensa que las cosas cambiarán. El modo en que se gestione políticamente en los próximos años esta confianza desmovilizada nos parece un elemento más que relevante para la sociedad española. La esperanza es una oportunidad importante, pero también encierra riesgos. Una parte destacable de la sociedad española parece estar a la expectativa de nuevas propuestas, pero estas pueden decantarse por diversas vías, unas más integradoras, otras más segregadoras. A diferencia de otros países de nuestro entorno sur europeo, en España no parecen haber tomado un arraigo relevante movimientos y discursos removilizadores de corte fascista o populista. Parece intuirse, incluso, que son las vías de reciprocidad y colaboración las que han tenido mayor desarrollo. Pero la gestión de esta oportunidad-riesgo será, sin duda, uno de los aspectos a contemplar para el futuro.
7.5.BIENES COMUNES Y EL RETO DE UN NUEVO ENFOQUE DE POLÍTICA PÚBLICA
Los datos de la EINSFOESSA 2013 ponen de manifiesto un doble proceso que atraviesa de modo transversal todo lo dicho hasta aquí en relación a la situación de las fuentes de capital social. De un lado, la crisis ha producido una intensa quiebra de las estrategias de funcionamiento en las fuentes de capital social institucionalizadas. De otro, tras el arrostramiento, parecen emerger nuevas formas y un nuevo modelo de generación de capital social. Con frecuencia estos modos innovadores aparecen conectados a experiencias y formas de acción colectiva de etapas anteriores incluso al ciclo de expansión económica previa a la crisis.
Las nuevas formas de solidaridad que surgen y se hibridan a medio camino entre las redes primarias y las redes formales, pueden darnos la pauta acerca de la necesidad y oportunidad de nuevos discursos y sujetos en clave de sostenibilidad de la vida y nuevas políticas públicas que afronten, desde la innovación social y la garantía de derechos, los nuevos riesgos sociales asociados a la vulnerabilidad individual, familiar y comunitaria. La clave estaría en individuos, familias y comunidades deseablemente liberadas de corsés moralistas o identidades excluyentes, capaces de prevenir el control punitivo o el maltrato a las personas más vulnerables y de generar capital social, cultural y cívico satisfactorio, productivo y sostenible. La guía parece venir dada por la colaboración de la esfera pública y de la sociedad civil, en torno a lógicas de bien común. Garantía de derechos, cohesión social, participación y corresponsabilidad emergen como entramado de nodos sobre los que armar las prácticas que permitan el desarrollo de una nueva agenda de política pública.
Es necesario, en todo caso, identificar oportunidades de investigación e intervención (estudios comparativos, investigación-acción, innovación social, proyectos piloto, diseño de políticas…) en torno, por ejemplo, a nuevas formas de conexión de la vida cotidiana de los hogares (cuidados, alimentación, energía, finanzas…) y nuevas formas de conexión, mutualismo, colaboración, reciprocidad, cooperativismo, economía alternativa y solidaria… Y en torno a la forma en que nuevos actores o agentes, nuevas dinámicas de agregación y colaboración puedan interactuar con los actores o agentes clásicos (y singularmente con el Estado) para generar nuevas dinámicas y, en definitiva, propuestas de regeneración política y ética basadas en el conocimiento, la participación corresponsable y el cuidado.